jueves, 3 de noviembre de 2011

"Los Buenos Gatos, A Través Del Tiempo"


No tiene lugar en esta entrada ni una de las funestas formas en que durante por lo menos cinco siglos los Gatos fueron torturados y exterminados por creencias medievales que por desgracia se mantuvieron hasta el S. XVIII. Quedémonos mejor, con los ejemplos de tolerancia y veneración hacia los Gatos, esos eternos Gatos que intentaron vivir junto a nosotros lo mismo en Egipto que en Francia y la Alemania de los tiempos del miedo.

Freya poseía un carruaje tirado por gatos.
Ya se sabe lo que representaban para los Egipcios antiguos.
Para todos los Celtas: Animal beneficioso.
Para algunas Tribus americanas: Intuición y destreza, fuerza de reflexión y acción combinadas.
En leyendas africanas: Un Ser capaz de recibir las almas de un clan entero.
En China, el dios Li Shu tenía el aspecto de un gato y, en la India, Sasti era el equivalente de Bastet.
Los árabes del siglo VII veían en el gato un alma pura.
Muezza, la gata de Mahoma, se quedó dormida en los brazos del profeta, y este prefirió cortar la manga de su traje antes que molestar a su compañera. La gata se lo agradeció, entonces su amo pasó afectuosamente tres veces su mano por el lomo, confiriéndole así la facultad de caer siempre de pie y tener siete vidas.
Durante el siglo XVII, en la era Edo, en la época de los señores feudales, existía en Tokio un templo que había conocido días mejores y que tenía serios problemas económicos y estaba semi-destruido. El sacerdote del templo era muy pobre, pero aun así, compartía la escasa comida que tenía con su gata, Tama.
Un día, un señor feudal, un hombre de gran fortuna e importancia llamado Naotaka II fue sorprendido por una tormenta mientras cazaba y se refugió bajo un gran árbol que se encontraba cerca del templo. Mientras esperaba a que amainara la tormenta, el hombre vio que una gata de color blanco, negro y marrón, le hacía señas para que se acercara a la puerta del templo. Tal fue su asombro que dejó el refugio que le ofrecía el árbol y se acercó para ver de cerca a tan singular gata. En ese momento, un rayo cayó sobre el árbol que le había dado cobijo. A consecuencia de ello, el hombre rico se hizo amigo del pobre sacerdote, financió las reparaciones del templo y éste prosperó, con lo que el sacerdote y su gato nunca volvieron a pasar hambre. Tras su muerte, Tama recibió un solemne y cariñoso entierro en el cementerio para gatos del Templo Goutokuji, y se creó el Maneki Neko en su honor.
En la Gran Bretaña del siglo XIX, el que un gato negro se paseara por delante de unos novios a punto de casarse representaba felicidad y fecundidad para los contrayentes.

 

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