miércoles, 17 de agosto de 2011

"Pequeña Historia de un Dragón aparentemente exigente"

Cierto día, un Dragón ya casi anciano y bien conocido en el pueblo situado entre un valle, la montaña y un río, se dirigió desde su caverna al mencionado pueblo para hacer un anuncio:
"Estuve solo allá arriba durante los últimos seis años con siete meses; de modo que vine a buscar un buen compañero, que además pueda realizar algunas tareas. Los que se consideren aptos, pueden empezar desde hoy, yendo hasta la entrada de mi cueva y respondiendo allí a una única premisa, que conocerán si aceptan mi pedido. Me vuelvo, pues, a mi hogar, esperando a los que quieran estar conmigo allá.
Todos los aldeanos, aún sin saber qué les pediría el Dragón, se sintieron capaces de cumplir con sus misteriosas exigencias.
"Yo cocino muy bien, eso sin duda lo convencerá de aceptarme" -Dijo un viejo cocinero.
"Pero yo puedo limpiar todo lo que él me pida; a mí, sin duda, me querrá en su cueva" -Replicó una mujer desde una ventana.
"Bah, yo conozco muchas historias que le gustará oír... A ellos les gustan esas cosas. Yo voy a estar en esa cueva". -Dijo ahora uno con aspecto de aventurero. Al parecer, ninguno consideraba inaceptable la idea de pasar sus últimos años en una fría caverna.
Pero cuando todos subieron los casi seiscientos metros hasta la entrada de su caverna, el Dragón les hizo una señal para que permanecieran bajo los árboles.
"Van a venir, pero de a uno; y me dirán lo que tienen para mí. Después, sabrán si son aceptados".

Tal vez a causa del azar, le tocó ir primero al de las historias. "Hasta pronto..." -Se despidió de todos, pensando que los demás deberían descender poco después, de la montaña.
"Bien, tú pareces conocer muchas cosas -le dijo el Dragón una vez que ambos entraron. ¿Qué puedes ofrecerme?"
"Pues yo, Señor (todos los del pueblo usaban con él este apelativo), conozco la historia del juego de ajedrez y el monarca que había perdido a su hijo..."
"Yo también, desde hace ochenta y tres años. Puedes volver con los demás". -Lo despidió, sin prestar atención a sus quejas.

Siguió el Carpintero, que no perdió tiempo en declarar lo que podía ofrecerle.
"Sabe, Señor Dragón, yo puedo hacerle muchas cosas excelentes trabajando la madera, que es como mi..."
"Me parece bien, pero no es lo que necesito. Ve y deja pasar al siguiente".

"Bueno, aquí estoy -Dijo la mujer que había estado mirando por la ventana, más rápido aún que el frustrado Carpintero. -¿Por dónde hace falta que empiece a limpiar?"
"Espera, espera, mujer apresurada... Que yo no te pedí nada de eso. Y ahora vuelve un poco sobre tus pasos. Listo, quédate ahí un momento".
El Dragón respiró una o dos veces mirándola, y luego:
"Mi cueva está lo suficientemente limpia en este momento, como para hacer pasar a un Rey con todo su séquito. Puedes irte, y ver quién quiere venir ahora".
A pesar del lenguaje cortés de él, la mujer salió de la caverna con su cara roja de furia.
"¡No quiso que limpiara! ¡Qué persona difícil!"

Y tal vez era cierto, porque el Dragón también despidió de inmediato al cocinero, a unos médicos, a una costurera y a tres jardineros. ¿Qué quería, el exigente Dragón?
Cuando ya no quedaban más gentes de oficio, entre los que trabajaban el campo, o cuidaban el ganado, ninguno estaba seguro de poder ser aceptado al decir lo que hacía.
"¿Qué piensas hacer en esa caverna, ordeñar sus Vacas?"
"Por supuesto, en el caso de que las tuviera..."
"Y acaso querrá que le siembres papas...?"
Pero mientras todos se hacían mutuamente preguntas parecidas, uno de ellos empezó a caminar hacia la entrada de la caverna.
Lo vieron atravesarla y perderse en las primeras sombras que provenían de la cueva. Algunos seguían preguntándole cosas como que si iba a cosechar verduras.

Pocos minutos después, todos pudieron oír una gran carcajada... Y comenzaron a hacer sus conjeturas.
"Le dijo que podía ordeñar las Vacas..."
"No, le ofreció esquilar Ovejas".
"Es obvio que se ha puesto en ridículo él mismo".
Pero a él no lo vieron salir de la caverna. Sólo el Dragón apareció imprevistamente, para decir: "No se molesten en seguir allí, todos ustedes pueden regresar a sus casas y sus actividades; yo ya encontré lo que necesitaba. Hasta pronto..."

Ya al anochecer, el anciano Dragón tenía todo dispuesto para cenar.
"Toma, sopa de cebolla, como creo haberte oído decir que te gustaba".
"Gracias, Dragón..."
"Por nada; sabes, tú eres el que necesitaba para pasar mis últimos años... Los demás parecían creer que buscaba un sirviente, o un esclavo. Y cuando hice ese anuncio les hablé claramente respecto de lo que quería. Pero era como si sólo quisieran decirme cuánto sabían hacer. Y yo lo único que pedía era un buen compañero, un amigo".
"Me siento muy feliz de serlo, y espero que podamos seguir juntos muchos años..."
"Yo deseo lo mismo... Ahora, podrías contarme de nuevo esa historia tan graciosa de los tres granjeros?"

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